-La joya de la corona de una visita a Béjar se esconde en el cauce del río. Si los burgueses bejaranos del XIX cifraban el esplendor en sus viviendas a lo largo de la calle Mayor, la magnitud de su poder se levantó en la hoz profunda del Cuerpo de Hombre. Ahora es posible aproximarse y tocar los muros de las viejas fábricas textiles gracias al Paseo Fluvial que hace unos años se construyó en la misma vereda del río, partiendo del puente de Riofrío y a lo largo de un par de kilómetros.
-Asombra imaginar cómo en lugar tan angosto se pudo levantar la alineación de edificios industriales de soberbia traza, naves, turbinas, chimeneas, ventanas enrejadas que dejan entrever la herrumbre del tiempo, restos de maquinaria, grúas, canales, sombras del hervor textil, un patrimonio exclusivo e irrepetible en grave peligro de extinción si los bejaranos, arduos en el empeño de la modernidad, no sabemos entender que tenemos en cada fábrica arruinada una catedral, en cada chimenea un campanario, en cada ventana un retablo.
-Por sí misma, Béjar bien merece una demorada visita si sus ojos saben ver catedrales de nuestro tiempo. Sin culto muchas de ellas, pero catedrales. Visite Béjar. Se lo ordeno por favor…..
José A. Sánchez Paso, Béjar, la de las catedrales
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